Me encuentro a mi
amiga Josefina en un acto en el teatro Kursaal de Manresa. Somos compañeros
de profesión y amigos desde hace
décadas, pero hacía tiempo que no la veía así que la pregunta es obligada: “¿cómo
va todo?”
Su respuesta me
deja helado: “estoy asustada porque todo está fatal”. Le pregunto qué ha
ocurrido, si tienen a alguien cercano enfermo o aún peor. No, nada de eso, me
responde, es que todo lo que sale en las noticias es negativo, sólo muertos y
desgracias.
Le digo que hay que
relativizar las noticias, a mí me sirve comparar las actuales con las de nuestra
infancia: guerras en Vietnam, el sudeste asiático, Oriente Próximo y la mayor parte
de África, golpes de estado fascistas en Chile, Argentina y Grecia, grupos
revolucionarios en Latinoamérica, hambrunas extremas en Bangladesh, Etiopía y
Somalia, etc. Los asesinatos estaban restringidos a El Caso y mis padres no me
lo dejaban ver.
Ahora hay un
accidente en Tombuctú y te enteras, tienes imágenes y hasta puedes escuchar a
los afectados. Yo creía que eso era bueno, pero si asusta a la gente y la hace
malvivir, quizá no lo sea tanto.
El cambio es muy claro
en la información deportiva (que en este país quiere decir futbol). Antes era
noticias el día antes del partido, el evento mismo y el lunes por la quiniela.
Ahora retransmiten todos los entrenamientos, con su correspondiente rueda de prensa. ¿Seguro
que eso es bueno? No lo sé, el lector debe decidirlo.
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