La política
nacional no para de dejarnos perlas sobre su degradación galopante. Aún estoy
impresionado por la interrupción del pleno de Cádiz por parte de una pareja,
que acusaba a los políticos de corruptos y al alcalde de incumplir las promesas
electorales, mientras añadía: ¿qué hay de lo nuestro, que para eso te votamos?
No me refiero a
los dos jóvenes, cuyos problemas les impiden darse cuenta de que son esas
mismas actitudes, de apoyo a cambio de prebendas, las que han causado la mayor
parte de casos de corrupción que padecemos y las que nos ha traído hasta la actual
crisis.
Hablo de los
políticos, incluidos los demagogos de nuevo cuño, que no dudan en engañar a la
ciudadanía, asegurando que pueden dar trabajo y vivienda a su antojo, como si
fuera la solución a los problemas: dar y repartir, sin preocuparse de crear
riqueza porque eso requiere esfuerzo y pedir esfuerzo no da votos.
Pero, ¿por qué
hacen eso los políticos? Dos motivos me vienen a la cabeza. El primero es que mentir,
engañar, difamar, robar o actuar contra el interés público sale casi gratis en
este país, ya sea por la mentalidad de
súbditos resignados o de lazarillos envidiosos, y no de ciudadanos libres que exigen
respeto.
El segundo es
nuestra inmadurez política y económica que nos hace confundir a los políticos
con los Reyes Magos, por eso les pedimos regalos individuales en vez de buena
gestión de los servicios, oportunidades para todos y responsabilidades por su
actuación.
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