miércoles, 3 de mayo de 2017

¿Qué les pasa a los partidos socialistas?

Cuando veo la caída del partido socialista en Francia, su desaparición en Grecia o su retroceso en España y en Europa me pregunto por qué, pese a la supuesta superioridad moral que les da el creerse en el lado correcto de la historia, no logran conectar con el electorado ni convencerle de que tienen algo bueno que ofrecer.

Han perdido la frescura de aquella Política en mayúsculas, que no tenía más objetivo que construir una sociedad mejor, y que se resumía en la proclama ”seamos realistas, pidamos lo imposible”, de mayo del 68 en París.

Tras probar los laureles del poder, han caído en la trampa de la ventana de Overton, que asegura que los políticos, si quieren ser reelegidos, no pueden permitirse expresar puntos de vista que se consideren demasiado extremos y, para continuar en el poder, deben mantener sus propuestas dentro de los márgenes de lo aceptable.

Por eso los partidos acallan los sentimientos radicales entre sus propias filas, por el pánico a perder votos, hasta convertirse en una aristocracia, que usa jergas extravagantes pero no puede explicar su ideal a un niño de doce años.

Han renunciado a la Política en mayúsculas que quiere mejorar la sociedad, y se han quedado con la política en minúsculas, la que solo busca substituir al que manda para ocupar su puesto y, como mucho, cambiar la trama Gürtel por la trama ERE.


Harían bien dejando de regodearse de su superioridad moral, sus propuestas trasnochadas y su apelación a un pasado glorioso. Necesitamos partidos que irradien no sólo energía, sino ideas, esperanza y ética. Que transmitan con persuasión la convicción de que de verdad existe un camino mejor, que la utopía es posible y que está a nuestro alcance.

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