domingo, 11 de noviembre de 2012

La reforma electoral (1): Doble vuelta

Volvemos a estar en campaña electoral, ¡un vez más! De nuevo los candidatos nos hablaran del programa y de las propuestas de gobierno, pero hay una cosa de la que no hablará ninguno de ellos: de la necesidad de la reforma electoral, por eso yo me propongo hacerlo, mostrando la ineficiencia del actual sistema y proponiendo alternativas para modificarlo.


Nuestras elecciones se deciden a una sola vuelta, lo que supone que no hay revalida o segunda vuelta como hacen los franceses, donde, si no se saca mayoría absoluta a la primera, pueden acceder a la segunda sólo los partidos que han tenido más de un porcentaje de votos (12’5%). 


Uno de los problemas de la vuelta única, es que no permite hacer nada a los electores, más que votar un día y después callar durante cuatro años, pero la gent se siente defraudada por los políticos, a los que ve hacer pactos que no respetan los resultados electorales, argumentando que es legal, sin plantearse si es también moral. Les ve administrar los dineros de todos hasta gastarse los cuartos de las futuras generaciones, con una alegría que estremece y además les ve gestionar como si fueran caciques, metiéndose en todas partes, poniendo y quitando cargos por razones partidistas, al margen de su importancia y de la idoneidad del implicado

La gente se da cuenta de que no son serios, y en cambio cuando se acercan las elecciones, esos mismos políticos se ponen transcendentales y quieren que el electorado sea serio, consecuente, responsable, racional y que haga un uso útil del voto. La gente está cansada, con toda la razón, y tiene derecho a poder mostrar su enojo de una manera u otra en el momento de emitir el voto y la doble vuelta podría ser una forma de advertir a los partidos que van por mal camino.

El problema es que en España y en Catalunya, el enojo se traduce en la presencia en los parlamentos de muchos partidos de los que en Francia habrían desaparecido del mapa electoral, por tener menos de un 10% de los sufragios. En nuestro caso no solo entran al hemiciclo sino que probablemente, por obra de los pactos electorales, acaben teniendo responsabilidades de gobierno, lo cual les otorga un papel que nunca habrían de tener en virtud de su representación real, en perjuicio de los partidos ganadores y en consecuencia de la voluntad mayoritaria expresada por el pueblo.  

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