domingo, 11 de noviembre de 2012

La reforma electoral (3): Limitar el número de legislaturas

La tercera propuesta para reformar el sistema electoral es limitar el número de legislaturas que se puede ostentar un cargo de máxima responsabilidad. Tenemos políticos que llevan más de 20 años en el cargo (cinco o más legislaturas), un hecho que pasa en pocos lugares  civilizados.  

El actual sistema resulta muy cómodo para los aparatos de los partidos que, si encuentran un político de nivel, con carisma, discurso, iniciativa y ganas, que además gane elecciones, en definitiva lo que podríamos llamar un valor seguro, no se han de preocupar de buscar ni preparar ningún otro candidato y se pueden limitar a ir presentando siempre al mismo. Pero este es uno de los elementos más perversos y que ha hecho más daño a la imagen de los políticos del país, ahora tan deteriorada.

En primer lugar porque el político valor segur tiene la garantía de poder continuar mientas el cuerpo aguante y como es natural hace todo lo posible para evitar candidatos alternativos. Por eso hace años que, en vez de atraer profesionales hacia la política, hemos creado verdaderos profesionales de la política, que han hecho carrera únicamente dentro de un partido, hasta llegar a unos cargos a los que no podrían ni soñar fuera de la política ni en un país con un sistema electoral más competitivo.

Por otra parte permite a los partidos relajarse durante años, sin tener que buscar ni candidatos ni alternativas. Eso les empobrece desde todos los puntos de vista y quedan convertidos en simples órganos burocráticos al servicio, no de una candidatura, sino de un cabeza de lista. El debate interno, sobre nuevas propuestas o nuevas ideas, desaparece para convertirse en un monólogo complaciente. Sin autocrítica se para el crecimiento y el proyecto se aleja de la realidad social a la que pretende representar hasta que finalmente, el día que pierden las elecciones o falta el líder, no sólo pierden la única carta ganadora que tenían, sino que se hallan sin recambio, sin alternativas, sin discurso, sin ideas y sin propuestas.

Por dignidad democrática los militantes y los electores nos merecemos saber que tenemos partidos fuertes y con liderazgos potentes, pero por encima de todo nos merecemos saber que los partidos no dependen de una única persona, necesitamos saber que hay cantera suficiente, bien formada, preparada y dispuesta, si hace falta, y la mejor manera de garantizarlo es que el sistema electoral obligue a los cambios periódicos de candidatos.

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