jueves, 29 de noviembre de 2012

Un reto para el futuro (1)

Acabo de leer el libro de Jeremy Rifkin “El fin del trabajo” y resulta muy aclarador ver como se van cumpliendo sus previsiones sobre por donde va el mundo del trabajo, no solo en nuestro país o en Occidente sino en el mundo entero. El autor explica que estamos entrando en la época de la fabrica sin trabajadores, algo que hoy todos estamos viendo. Cada día se necesitan menos trabajadores, no para hacer el mismo trabajo sino para hacer mucho más, ya que las fábricas tecnificadas y automatizadas son cada vez más productivas. 

Ello hace pensar que lo que se nos viene encima será mucho peor de lo que ahora tenemos. Rifkin prevé que los Estados Unidos lleguen al 20 o 25% de paro. Cuando ellos tengan esas cifras, nosotros podemos estar perfectamente en unas tasas del 30 al 35% o más. No se trata de alarmismo, sino de una realidad cada vez más manifiesta, que hay que tener en cuenta para hacerle frente con medidas adecuadas e inteligentes, huyendo de la demagogia de unos y otros que se quedan con aquello de que “hay que crear puestos de trabajo” para cumplir con el expediente en elecciones.

Debemos tomar buena nota: si seguimos por el mismo camino que hasta ahora, por cada puesto de trabajo nuevo que se cree en el futuro, se destruirá más de uno. Esto será inevitable y querer luchar contra ello con las viejas soluciones de siempre es hacernos trampas al solitario. Un ejemplo. Si queremos salir de la crisis únicamente con aumentos de la productividad fracasaremos ya que la productividad siempre la incrementamos reduciendo el denominador, que son los trabajadores. Así pues cuando en un trabajo haya cero trabajadores la productividad podrá ser infinita: ¿habremos resuelto así el problema? Ni mucho menos. 

En los años noventa se comprobó que los indicadores exclusivamente  económicos eran muy deficientes para analizar la calidad de vida de una sociedad y se inventaron otros como por ejemplo el Índice de Desarrollo Humano (IDH), un indicador que mide la calidad de vida de las persones teniendo en cuenta aspectos de salud y de educación a parte de los económicos. Deberíamos decidir si queremos seguir únicamente por el camino de aumentar la productividad, que nos llevará a más paro y a más conflictos sociales, o si debemos buscar otros indicadores como puntos de referencia. ¿Porqué no nos proponemos que Catalunya sea el país del mundo con un mayor IDH?
Tenemos algunas herramientas que nos permiten ser optimistas en este sentido, por ejemplo uno de los mejores sistemas sanitarios del mundo, que contribuye a tener unos parámetros de salud y de supervivencia de los más altos del planeta. 

También disponemos de una economía que, aislada de la española, es de las más potentes del mundo (el jueves 22 de noviembre, el Financial Times decía que la renta per cápita de una Cataluña independiente sería de 27.430 euros, superior a la italiana). Nuestra capacidad productiva es fuerte y nuestros productos son apreciados en todas partes. Por si fuera poco, disponemos de una red social y de voluntariado de las más potentes del continente, que se mantiene gracias a la solidaridad de miles y miles de personas que la hacen posible y de la que la Marató de TV3 es únicamente el ejemplo más mediático. 

Es cierto que debemos mejorar en educación (ya apuntaba algunas medidas en este sentido en un escrito anterior titulado "¿Y si el Barça perdiera 1 de cada 3 partidos?") pero también en este ámbito tenemos escuelas punteras y de alto nivell, lo que significa que existe la posibilidad de lograr cosas interesantes, siempre que hagamos las reformas necesarias con seriedad y huyendo de falsos idealismos que dicen defender una determinada escuela pero se olvidan de su objetivo principal, que és la educación de los niños y formarlos para el futuro.
 

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