domingo, 11 de noviembre de 2012

La reforma electoral (5): Pagar bien a los políticos

La última propuesta que haré para reformar el sistema electoral es, quizá, la más controvertida, la más difícil de explicar, ya que no es nada teórica como las anteriores, sino mucho más práctica y prosaica puesto que se trata de los bajos sueldos que pagamos a los políticos.

Ya sé que esto le parecerá una herejía a aquellos que piensan en “la casta” y en que los políticos se dedican a velar por sus propios bolsillos, pero eso no es cierto, la gran mayoría son personas honradas, que creen honestamente en lo que hacen y que se merecen todo nuestro respecto, también desde el punto de vista económico. 


Los sueldos bajos, pese a ser muy llamativos y populistas, nos están saliendo por un ojo de la cara, porque la única cosa que hacen es alejar todavía más a los buenos profesionales, aquellos que realmente están capacitados para desarrollar tareas de la complejidad que supone sacar un país adelante. La gente puede ser tan idealista y romántica como queramos, pero al final todos trabajamos para ganarnos la vida. Y sin los buenos profesionales, ¿qué nos queda? Pues los profesionales de la política que los aparatos de los partidos nos quieran poner y que seran más fieles a unas siglas que al país mismo.  

El resultado es que para ahorrarnos cuatro céntimos les damos cargos de altísima responsabilidad a unas personas que se gastan miles de millones de euros en aeropuertos sin aviones, líneas de AVE sin pasajeros, hospitales sin pacientes y que reparten dineros y cargos, hipotecando  nuestro futuro y el de nuestros hijos.
  
¿Pero nos podemos extrañar de que sea así? Muchos de ellos no han estado formados en los criterios de eficacia y eficiencia, no saben que para hacer una obra se necesita un proyecto funcional y un plan de viabilidad, ni han gestionado una cuenta de explotación, ya que ese no ha sido nunca su trabajo. Ellos siempre se han dedicado a captar votos, a buscar la foto en los periódicos, a salir en las noticias y eso lo han hecho bien. Cada vez que han cortado la cinta de una nueva estación de AVE o de un aeropuerto, han tenido la foto, aunque la imagen nos haya costado centenares de millones de euros, que la línea de AVE se haya cerrado a los pocos meses o que el aeropuerto no sirva para nada. 

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